sábado, 25 de octubre de 2025

confiar en los procesos

Hay momentos en la vida en los que todo se mueve. A veces, sin previo aviso: los lugares cambian, las rutinas se desarman, las certezas se desmoronan. Y ahí estamos, sosteniéndonos entre lo que se va y lo que aún no llega.

El movimiento siempre me mantiene viva, pero hace un tiempo noté en mí cierta resistencia a seguir esos ritmos naturales. Intentaba entender, controlar, anticipar. Hasta que comprendí que nada florece si se lo presiona demasiado; que soltar el control también puede ser una forma de respirar y dejar que lo que tenga que ser, sea.

Confiar en los procesos no significa quedarnos quietos: es una forma de presencia. Es acompañar lo que sucede con calma, escuchar al cuerpo cuando pide una pausa, mirar con ternura lo que dejamos atrás - esa melancolía que también forma parte del camino - y reconocer que cada paso, incluso el incierto, nos lleva a donde necesitamos estar.

Hoy estoy en pleno movimiento - cambio de ciudad, de casa, de paisaje - y, en medio de tanto ir y venir, me repito una y otra vez: respirá... confiá... volvé a vos. Porque cuando la mente se resiste y busca respuestas, el corazón ya sabe el camino.

Decir “confiar” suena sencillo; poder hacerlo es profundamente liberador. Nos enseña que todo tiene su tiempo y que no todo depende de nuestro hacer. La vida, cuando la dejamos fluir, siempre encuentra su manera de sostenernos.

Cuando el corazón guía, el camino tiene sentido.

Para cerrar, quiero compartir un fragmento del libro Las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, que resume este sentir:

“Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una pregunta... ¿Tiene corazón este camino?
Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte.
... Si el camino tiene corazón, es bueno; si no, de nada sirve.
Uno hace gozoso el viaje; mientras lo sigas, eres uno con él.
El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace fuerte, el otro te debilita.”

 

sábado, 4 de octubre de 2025

la incertidumbre como motor

Cuando lo incierto se hace presente, se abre frente a nosotros una oportunidad: la de escucharnos y volver a confiar.
Este texto nace desde ese lugar: el de aprender a soltar el control y confiar incluso cuando nada es seguro. Es una invitación a mirar la incertidumbre no como enemiga, sino como una aliada que nos impulsa a transformarnos y crecer.

En este momento de cambios y movimiento que estoy transitando, puedo percibir que cada vez que algo se vuelve incierto en mi vida, algo dentro de mí también se pone en marcha. Frente a lo desconocido, me activo. Es como si la falta de certezas encendiera en mí una chispa que me impulsa a tomar decisiones, a veces tan grandes, que cambian por completo el rumbo.

Siento que, a veces, no tenemos todas las respuestas, y aun así elegimos dar el salto. Confiamos, aunque no sepamos bien en qué. Y quizás ahí esté el verdadero sentido de la vida: en animarnos a movernos incluso cuando no vemos con claridad el camino.
Porque la incertidumbre no siempre llega para desordenar, sino también para mostrarnos que somos más fuertes, más flexibles y más capaces de reinventarnos de lo que creíamos.

Ayer, hablando con mi hermano, volví a sentirlo. Esa sensación de que los seres humanos muchas veces reaccionamos justo ahí, en ese punto donde nada está claro. Cuando no sabemos del todo hacia dónde ir, pero intuimos que quedarnos quietos no es opción. Entonces, damos un paso. Buscamos una salida. Y ese movimiento, aunque sea pequeño, ya empieza a transformar algo.

Según la filosofía budista, lo único permanente es el cambio. Y que la seguridad que creemos tener es, en realidad, una ilusión que nos calma: una forma de sentirnos a salvo por un rato. Aceptar - que nada es seguro - puede asustar, pero también libera.

Amigarnos con la incertidumbre - con sus olas, sus pausas y sus giros -  es, a veces, lo más saludable que podemos hacer. Confiar en nosotros, en los procesos, y permitir que la vida, poco a poco, encuentre su propio orden.

Hoy elijo habitar este cambio con presencia, respirando entre lo que se va y lo que comienza. A veces, confiar no es entenderlo todo, sino seguir respirando en medio de lo incierto. Y en ese espacio - entre lo conocido y lo nuevo - dejo que la vida me enseñe, una vez más, que confiar también es una forma de avanzar.


"Si vivimos como respiramos, tomando y
soltando, no podremos equivocarnos".
Clarissa Pinkola Estés


confiar en los procesos

Hay momentos en la vida en los que todo se mueve. A veces, sin previo aviso: los lugares cambian, las rutinas se desarman, las certezas se d...