El Budismo describe a la Meditación como el simple acto de estar presente en este instante. El sentarse para oír la mente, sin aceptar o rechazar lo que dice, es una clase de meditación en donde la realidad presente sólo podemos apreciarla mediante la observación directa o el escuchar atento. (La vía del no apego, Dhiravamsa)
Pensando en cómo escribir acerca de una práctica que, en lo personal, a veces no me es tan fácil llevarla a cabo o bien, estar a la espera que se den las condiciones para poder hacerla... me llevó a pensar en algo espontáneo que sucede a veces cuando, a través de la escucha del canto reiterado, como si fuese un mantra, de algún ave en particular hace que cierre los ojos, me concentre en la respiración, entre en una especie de relajación y mi mente logre descansar, al menos, unos instantes.
Este acto tan simple suelo relacionarlo con la práctica de la meditación pero, sin estar en retiros afines o, en grupos recitando mantras, simplemente... estando presente en lo que estoy haciendo en un instante determinado. Recuerdo que algo así me sucedía cuando practicaba windsurf, actividad naútica, en la que debes estar atento al viento, a las técnicas o maniobras que vas ejecutando para poder navegar... mi mente estaba con la atención plena en eso y, al salir del mar, solía experimentar una especie de relajación, sublime... más allá del ejercicio físico. Lo mismo sigue sucediendo con mi práctica de Yoga, entre la respiración y las asanas, siento que la práctica se convierte en una especie de meditación en movimiento, donde sus efectos, al finalizarla, son maravillosos.
Y así, puedo citar varios ejemplos... pero yendo a lo práctico, la pregunta es: ¿cómo podemos lograr esos momentos meditativos en lo cotidiano de la vida? en medio de las actividades, trabajos, rutinas u horarios? Y la respuesta, suena simple, pero desde mi experiencia he podido sentir que, estando presentes, en lo que estamos haciendo ahora pueden lograrse tales momentos meditativos, como ser: al prepararnos unos mates, al cocinar, al hacer una masa para hornear galletas... con la atención plena, concentrados en los detalles y los aromas. Lo mismo podemos intentar con el trabajo, porque está comprobado que si nos concentramos 100% en lo que estamos haciendo, la mente no se aturde ni se estresa, va haciendo cada cosa a su tiempo... y si le sumamos el hecho de respirar de manera consciente, cuando lo necesitemos, la mente se oxigena y eso permie que realicemos las tareas pero, de una manera más relajada y distendida, más allá de las posibles presiones y/o responsabillidades a las que debamos atender.
Pero bueno, lo cierto es que también en un principio algo de todo ésto puede costar hacerse o bien, no podamos encontrar aún esa conexión... entonces, simplemente, el hecho de intentar tomarnos un instante en el día donde podamos llevar la atención plena a nuestra respiración, cerrar los ojos y dejarnos llevar por ese contemplar... nuestro cuerpo y mente, ya estarán agradecidos.