viernes, 15 de agosto de 2025

nervio vago: un hilo invisible a la calma

Anoche mientras tomaba un infusión de jengibre y reflexionando acerca de un libro que estoy leyendo y, sobre uno de los temas que destaca, la importancia del nervio vago para sentirnos relajados... pude darme cuenta que, a veces, sigue pasando desapercibido y es una de las claves el poder prestarle atención para encontrarnos con la calma y la serenidad en nuestras vidas.

Desde un punto de visto etimológico, su nombre proviene del latín vagus, que significa "errante”, porque recorre un largo camino desde el cerebro hasta el abdomen, pasando por el cuello, el corazón, los pulmones y gran parte del sistema digestivo.

Cuando el nervio vago está equilibrado y activo, sentimos más calma, dormimos 
mejor y nuestro cuerpo responde de manera saludable al estrés. En tanto que, por el contrario, cuando su actividad es baja, podemos experimentar estados de ansiedad, insomnio, tensión muscular o problemas digestivos.

Es el nervio más largo del cuerpo y es el principal del sistema nervioso parasimpático, quien es el encargado de activar la respuesta de descanso y recuperación, después de momentos de estrés o actividad intensa
En este sentido, podemos imaginarlo como un canal de comunicación entre el cerebro y el cuerpo, enviando mensajes en ambas direcciones.

Entre sus funciones más importantes, el nervio vago:
- regula la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
- favorece una respiración profunda y tranquila.
- estimula la digestión y el movimiento intestinal.
- influye en la respuesta inflamatoria del cuerpo.
- participa en la producción de hormonas relacionadas con el bienestar.
- está muy ligado a nuestras emociones y a la sensación de seguridad interna.

La buena noticia es que podemos cuidarlo y estimularlo de forma natural. Y es ahí donde entran en juego pequeñas prácticas diarias que actúan como caricias para nuestro sistema nervioso, ayudándonos a descansar y a sentirnos más presentes.
Una vez que comprendemos su recorrido y su papel en activar el sistema parasimpático, podemos buscar formas suaves y naturales de estimularlo.

Algunas de esas prácticas, pueden ser:
respiración lenta y profunda: prueba inhalar por la nariz contando hasta 4, exhalar contando hasta 6, y repetir durante algunos minutos; esto permite enviar al cuerpo la señal de que está a salvo.
meditación y atención plena: unos minutos de silencio, observando la respiración o las sensaciones corporales, ayudan a regular el sistema nervioso.
canto, tarareo o mantras: explorar las vibraciones que se producen en la garganta al cantar, estimulan directamente el nervio vago y calman la mente.
automasaje: masajear suavemente el cuello y detrás de las orejas, el abdomen o la zona del corazón, puede favorecer la relajación y mejorar el tono vagal.
gárgaras con agua: un ejercicio simple que activa los músculos de la garganta y estimula el nervio vago.
contacto con agua fría: un splash de agua fresca en la cara o unos segundos bajo la ducha fría activan el reflejo de inmersión, bajando el ritmo cardíaco.
movimiento consciente: yoga, tai chi o un paseo lento con respiración profunda ayudan a que el cuerpo y la mente entren en sintonía.
conexión humana: abrazar, reírnos, conversar mirándonos a los ojos... la sensación de vínculo seguro es alimento para el nervio vago.
escuchar música suave: sintonizar con sonidos armónicos y ritmos tranquilos invitan al cuerpo y a la mente a relajarse.
prácticas de gratitud: dedicar un momento a reconocer lo bueno que hay en tu vida y agradecer, genera bienestar emocional y activa la respuesta de calma.

Podemos decir entonces que al cuidar y estimular el nervio vago, no sólo puede conducirnos a sentir calma, sino también a cultivar un mayor sentido de conexión con nosotros mismos, con los demás y con el mundo que nos rodea, promoviendo así un mayor bienestar físico, mental y emocional.

Desde una mirada metafórica poética, es el puente silencioso entre el cerebro y el cuerpo, un mensajero que susurra calma y equilibrio a través de sus extensos recorridos que, actúa como un director de orquesta, modulando funciones vitales para favorecer la relajación y el bienestar general.


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